domingo, 22 de julio de 2012

Soy el amo de mi destino; soy el capitan de mi alma

Cuando hablamos de crecimiento personal, me gusta recordar a William Ernest Henley, (1849-1903) un poeta inglés, que debe merecer aún más nuestra admiración por las adversidades que tuvo que sobrellevar desde niño. Es celebre especialmente por el poema que recojo aquí, Invictus. Los dos últimos versos, quizás sean, a decir de los entendidos, de los más famosos de la literatura inglesa,  y en los que el poeta arroja con toda la fuerza de la poesía, la determinación personal de la responsabilidad de su vida. Espero que lo disfruten, ¿y por qué no?, que lo hagan parte de su filosofía de la vida.


Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses, si existen,
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia,
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años,
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma.

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